La concepción de Lenin sobre la organización y la espontaneidad.

Socialistas en lucha
6 min readFeb 21, 2022

Por Tony Cliff, tomado de su obra Rosa Luxerburgo.

En tanto Rosa Luxemburgo había trabajado en un ambiente en el que el principal enemigo del socialismo revolucionario era el centralismo burocrático, con el resultado de que ella constantemente acentuaba la actividad primaria de las masas, Lenin había tenido que lidiar con la calidad amorfa del movimiento obrero en Rusia, donde el mayor peligro era la subestimación del elemento organizativo.

De la misma manera que no se pueden comprender los criterios de Rosa si se los aísla de las condiciones de los países y de los movimientos obreros en que ella trabajó, es difícil entender la posición de Lenin sin la debida referencia a las concretas condiciones históricas del movimiento obrero en Rusia.

Lenin vuelca su concepción de la relación entre espontaneidad y organización principalmente en dos obras: ¿Qué hacer? (1902) y Un paso adelante, dos pasos atrás (1904). En el momento en que fueron escritas, el movimiento obrero ruso no podía compararse en potencia con el de Europa Occidental, especialmente con el de Alemania. Se integró con grupos aislados, pequeños, más o menos autónomos, sin una política convenida en común, y sólo bajo la influencia tangencial de líderes marxistas que estaban en el exterior: Plejánov, Lenin, Martov, Trotsky.

Estos grupos, por debilidad y aislamiento, apuntaban bajo. Mientras los trabajadores rusos se elevaban a un alto nivel de combatividad en las huelgas de masas y manifestaciones, los grupos socialistas sólo propugnaban demandas económicas inmediatas viables; la llamada tendencia «economicista» era la predominante en dos grupos socialistas.

El ¿Qué hacer? era un ataque despiadado al «economicismo» o al sindicalismo puro. Lenin argüía que la espontaneidad de la lucha de masas —tan obvia en Rusia en ese momento— debía complementarse con la conciencia y organización de un partido. Decía que debía crearse un partido a nivel estatal con un diario propio, a fin de unificar las agrupaciones locales e infundir en el movimiento obrero una conciencia política. Sostenía que la teoría socialista debía llevarse al proletariado desde afuera: ése era el único camino por el que el movimiento obrero podía encaminarse a la lucha por el socialismo.

El proyectado partido debía estar formado, en su mayoría, por revolucionarios profesionales, que trabajaran bajo una dirección centralizada al máximo. La dirección política del partido debía formar el comité editorial del diario. La dirección tendría autoridad para organizar o reorganizar las ramas del partido en el interior del país, admitir o rechazar miembros, y designar comités locales.

En 1904, Lenin escribió, criticando a los mencheviques: «La idea básica del camarada Martov… es justamente falso “democratismo”, la idea de la construcción del partido de abajo hacia arriba. Mi idea, por el contrario, es el “burocratismo”, en el sentido de que el partido debe construirse de arriba hacia abajo, del Congreso a la organización del partido individual». (Lenin, Obras [en ruso], VII, pp365-366).

¡Cuántas veces los estalinistas, y muchos de los llamados no-estalinistas, los tantos epígonos de Lenin, citan a ¿Qué hacer? y a Un paso adelante, dos pasos atrás, como si fueran aplicables in toto, en todos los países y movimientos, cualesquiera que sea su estado de desarrollo!

Lenin estaba muy lejos de estos llamados leninistas. Ya en 1903, en el Segundo Congreso del Partido Social Demócrata Ruso señaló algunas exageraciones aparecidas en ¿Qué hacer?: «Hoy todos sabemos que los “economistas” han torcido la barra de un lado. Para enderezar la barra, alguien tenía que torcerla del otro, y eso fue lo que yo hice». (Lenin, Obras Completas [en castellano], Tomo VII, p288).

Dos años después en un proyecto de resolución escrito para el Tercer Congreso, puso de relieve que sus puntos de vista organizativos no eran aplicables universalmente: «En condiciones políticas de libertad, nuestro partido puede y debe rehacer enteramente las leyes electorales. Bajo el absolutismo, esto es irrealizable…».

Durante la revolución de 1905, con el gran aumento de miembros en el partido, Lenin dejó de hablar de revolucionarios profesionales. El partido había dejado de ser una organización elitista: «En el III Congreso del Partido expresé el deseo de que en los comités del Partido hubiera aproximadamente ocho trabajadores por cada dos intelectuales. ¡Cómo ha envejecido esta sugerencia! Hoy sería de desear que en las nuevas organizaciones del Partido, por cada miembro procedente de la intelectualidad socialdemócrata correspondieran varios centenares de obreros socialdemócratas». (Lenin, Obras Completas [en castellano], Tomo XII, p91n).

En ¿Qué hacer? Lenin escribió que los trabajadores, mediante su propio esfuerzo, alcanzarían únicamente una conciencia trade-unionista; luego escribe: «La clase obrera es instintiva y espontáneamente socialdemócrata». (Lenin, Obras Completas [en castellano], Tomo XII, p86). «La especial condición del proletariado en la sociedad capitalista conduce a un esfuerzo de los trabajadores hacia el socialismo; en los primeros estadios del movimiento creció espontáneamente su unión con el partido Socialista».

Mientras en 1902 quería que el partido fuera un pequeño grupo cerrado, con miembros de un nivel exclusivo, en 1905 escribió que los trabajadores debían incorporarse «de a cientos de miles a las filas de las organizaciones del partido». (Obras).

En 1917, en una introducción de la colección Doce años dijo nuevamente: «El error básico de aquellos que polemizan hoy con ¿Qué hacer?, es que separan este trabajo del contexto de un determinado medio histórico, de un largo período de desarrollo del partido, hoy ya superado… El ¿Qué hacer? rectificó, por medio de la polémica, al economismo, y es falso considerar el contenido del folleto fuera de su conexión con esta tarea». (Obras).

No deseando que ¿Qué hacer? fuera mal interpretado, Lenin vio con disgusto, en 1921, la traducción a idiomas no rusos. Dijo a Max Levien: «no es deseable; la traducción debería editarse por lo menos con buenos comentarios, que tendrían que ser escritos por un camarada ruso muy enterado de la historia del Partido Comunista Ruso, con el fin de evitar su mal empleo[1]».

Cuando la Internacional Comunista discutía sus estatutos, Lenin se oponía a los propuestos, porque decía que eran «demasiado rusos» y sobreacentuaban la centralización, aunque proveyeran libertad de crítica dentro de los partidos, y control de la dirección del partido desde abajo. Lenin argüía que el exceso de centralización no se adaptaba a las condiciones de Europa Occidental. (Es cierto que en el propio partido de Lenin, la organización era en ese momento de alta centralización, casi semimilitar, pero esta situación estaba forzada por las horrendas condiciones de la guerra civil).

Los criterios de Lenin acerca de la organización, su inclinación al centralismo, deben considerarse en el marco de las condiciones imperantes en Rusia.
En la retrógrada Rusia zarista, donde la clase obrera era una pequeña minoría, la idea de que pudiera liberarse a sí misma podía dejarse de lado con mucha facilidad; tanto más teniendo en cuenta que Rusia tenía una larga tradición de organizaciones minoritarias que trataban de ser reemplazadas por la actividad primaria de las masas. En Francia fue el pueblo quien derrotó a la monarquía y al feudalismo; en Rusia los decembristas y los terroristas de Narodnik tomaron a su cargo esta tarea[2].

La aseveración de Marx acerca de la naturaleza democrática del movimiento socialista, citada anteriormente, y la de Lenin de que la socialdemocracia revolucionaria representa «el jacobinismo indisolublemente conectado con la organización del proletariado», son decididamente contradictorias. Una minoría consciente, organizada, a la cabeza de una masa del pueblo desorganizada, se adapta a la revolución burguesa, que es, después de todo, una revolución en interés de la minoría.

Pero la separación entre una minoría consciente y una mayoría inconsciente, la separación entre el trabajo manual y el trabajo mental, la existencia de directores y regentes por un lado y de una masa de trabajadores obedientes por el otro, sólo puede implantarse en el «socialismo» si se mata su verdadera esencia: el control colectivo de los trabajadores frente a su destino.

  1. De hecho, el folleto fue traducido a muchos idiomas sin los comentarios que Lenin consideraba necesarios.
  2. No es accidental que los social revolucionarios rusos, futuros enemigos de los bolcheviques, aprobaran calurosamente los conceptos de Lenin acerca de la organización del partido. (I. Deutscher, El Profeta Armado, Ediciones Era, México, 1968).

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