Rosa Luxemburgo contra el sectarismo.

Socialistas en lucha
7 min readFeb 22, 2022

Por Tony Cliff, tomado de su obra Rosa Luxemburgo.

Categórica como era al afirmar que la liberación de los trabajadores sólo podría llevarse a cabo por la propia clase trabajadora, Rosa se impacientaba con todas las tendencias sectarias, que se expresaban mediante desprendimiento de los movimientos de masas y de las organizaciones de masas.

Aunque en desacuerdo durante años con la dirección mayoritaria del Partido Social Demócrata Alemán, seguía insistiendo que la obligación de los socialistas revolucionarios era permanecer en la organización. Aún después que el SPD se colocó del lado de la guerra imperialista, después que Karl Liebknecht fuera expulsado del grupo parlamentario del SPD (12 de enero de 1916), Rosa y Liebknecht seguían adhiriendo al partido, sustentando la teoría de que un desprendimiento convertiría al grupo revolucionario en una secta.

Ella mantuvo este punto de vista no sólo cuando era líder de un reducido e insignificante grupo revolucionario; por el contrario, se mantuvo fiel a este pensamiento cuando la Liga Espartaco cobró influencia llegando a ser una fuerza bastante reconocida, a medida que la guerra se prolongaba.

Como hemos visto, el 2 de diciembre de 1914, un solo diputado, Liebknecht, votó contra los créditos de guerra. En marzo de 1915, se le unió otro, Otto Rühle. En junio de 1915, unos mil funcionarios del partido firmaron un manifiesto de oposición a la política de colaboración de clases, y en diciembre del mismo año, veinte diputados votaron en contra de los créditos de guerra en el Reichstag. En marzo de 1916, el grupo parlamentario del SPD expulsó de su seno a la creciente oposición, pero no tuvo poder para expulsarla del partido.

Lo que ocurría en el Parlamento era reflejo de lo que estaba ocurriendo fuera, en las fábricas, en las calles, en las ramificaciones del partido y en la organización de la Juventud Socialista.

El periódico antibélico Die Internationale, dirigido por Rosa y Franz Mehring, distribuyó en sólo un día 5000 ejemplares de su primer y único número (fue inmediatamente cerrado por la policía). (Dokumente II, p135). La Juventud Socialista, en una conferencia secreta celebrada en semana santa de 1916, se declaró fervientemente a favor de la Liga Espartaco. El 1 de Mayo de 1916, alrededor de diez mil trabajadores realizaron una manifestación antibélica en la Postdamer Platz, en Berlín. En otras ciudades, como Dresden, Jena y Hanau, también se hicieron manifestaciones con el mismo sentido.

El 28 de junio de 1916, el mismo día que Liebknecht era condenado a dos años y medio de trabajos forzados, cincuenta y cinco mil trabajadores de fábricas de municiones de Berlín se declararon en huelga en un acto de solidaridad con él. Ese mismo día se cumplieron manifestaciones y huelgas en Stuttgart, Bremen, Braunschweig y otras ciudades.

En abril de 1917, bajo la influencia de la Revolución Rusa, se desató una gran ola de huelgas en las fábricas de pertrechos de guerra de todo el país; solamente en Berlín, se plegaron alrededor de trescientos mil trabajadores. Otra ola de huelgas similares que englobó un millón y medio de trabajadores se desató en febrero de 1918.

Estas huelgas eran, en gran medida, de naturaleza política. La huelga de alrededor de medio millón de trabajadores en Berlín exigía la paz inmediata sin anexiones ni indemnizaciones, y el derecho a la autodeterminación de las naciones; como slogan principal surgió el grito revolucionario de «Paz, libertad, pan». Seis trabajadores fueron asesinados durante la huelga, y muchos de ellos heridos. Miles de huelguistas fueron reclutados forzosamente por el ejército.

En esta situación Rosa Luxemburg seguía argumentando quedarse dentro del SPD, hasta abril de 1917, cuando el Centro, dirigido por Kautsky, Bernstein y Hasse, se escindió de la Derecha y formó un nuevo partido, el Partido Social Demócrata Independiente (USPD). El USPD fue un partido puramente parlamentario, que no quería incitar a los trabajadores a hacer huelgas de masas y manifestaciones contra la guerra, sino que se planteaba presionar a los Gobiernos de los países beligerantes para que negociasen la paz.

La Liga Espartaco, formada en enero de 1916 como fracción dentro del SPD, ahora se vinculó tenuemente al USPD, manteniendo su propia organización y su derecho de actividad independiente. Sería sólo después del estallido de la revolución alemana —el 29 de diciembre de 1918— que la Liga Espartaco, por fin, rompería sus lazos con el USPD para establecer un partido independiente, el Partido Comunista de Alemania (Espartaco).

Entre los revolucionarios de rango hubo constantes presiones para abandonar el SPD y más tarde el USPD. Pero Rosa se oponía. Hubo un precedente; un conato de rompimiento en 1891, cuando un grupo bastante amplio de revolucionarios se separó del SPD acusándolo de reformismo, y fundó un Partido Socialista Independiente, de muy corta vida antes de su completa desaparición.

El 6 de enero de 1917, Rosa expuso sus argumentos contra los revolucionarios que deseaban separarse del SPD:

«Aunque sea loable y comprensible la impaciencia y amargura que lleva a tantos de los mejores elementos a abandonar al partido ahora, una huida es siempre una huida. Es una traición de las masas que, vencidas a la burguesía, se retuercen y ahogan por el avasallador dominio de Scheidemann y Legien. Uno puede apartarse de pequeñas sectas cuando ya no le satisfacen, con el fin de fundar nuevas sectas. Desear liberar a las masas proletarias del terrible y pesado yugo de la burguesía mediante una simple ruptura, y dar así un ejemplo de valentía, no es más que una fantasía inmadura. Quitarse de encima el carnet como una ilusión de liberación, es nada más que el reflejo de la ilusión mental, de que el poder es inherente al carnet. Ambos son diferentes polos del cretinismo organizativo, de la enfermedad constitucional de la vieja social democracia alemana. El colapso de la social democracia alemana es un proceso histórico de enormes dimensiones, una lucha general entre la clase trabajadora y la burguesía, y no debemos abandonar este campo de batalla con el fin de respirar aire más puro detrás de un arbusto protector. Esta batalla de gigantes debe librarse hasta el fin. La lucha contra la influencia paralizadora de la social democracia oficial y de los sindicatos libres oficiales, que fue impuesta por la clase dominante a la despistada y traicionada clase trabajadora, debe hacerse hasta el final y con todo esfuerzo. Debemos permanecer hasta el fin, al lado de las masas, aún en las más terribles luchas. La liquidación de este “montón de corrupción organizada” que hoy se llama a sí misma social democracia, no es una cuestión privada de unos pocos, o de unos pocos grupos… El destino decisivo de la lucha de clases en Alemania, será durante décadas la lucha contra las autoridades de la social democracia y de los sindicatos, así que estas palabras se aplican a cada uno de nosotros hasta el final: “Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa”». (Dokumente, II, p525).

Su oposición a abandonar al partido de las masas trabajadoras no hacía ninguna concesión al reformismo. Así fue como en una conferencia de Espartaco, celebrada el 7 de enero de 1917, se aprobó la siguiente resolución, inspirada por ella: «La oposición permanece en el partido con el objeto de desbaratar y luchar en contra de la política de la mayoría a cada paso, para defender a las masas de una política imperialista disfrazada bajo el manto de la social democracia, y para usar al partido como campo de nucleamiento de la lucha de clases proletaria y antimilitar». (Dokumente, II, p528).

La renuncia de Rosa a formar un partido revolucionario independiente era consecuencia lógica de su lentitud para reaccionar frente a circunstancias de cambio. Éste era un elemento central en la tardanza en construir un partido revolucionario en Alemania. En esto, de todos modos, no era la única. Lenin no fue más veloz que ella en romper con Kautsky.

No hay fundamento en la historia estalinista que hace suponer que Lenin se opusiera a la adhesión de la izquierda revolucionaria al SPD y a continuar la asociación con Kautsky. En realidad, Rosa hizo una crítica más clara de Kautsky y Cía., y rompió con ellos mucho antes que Lenin.

Durante alrededor de dos décadas, Lenin consideró a Kautsky como al más grande marxista viviente. Unos pocos ejemplos: en el que ¿Qué hacer? cita a Kautsky como la mayor autoridad en su tema central, y ensalza al Partido Social Demócrata Alemán como modelo para el movimiento ruso.

En diciembre de 1906 Lenin escribió: «Los obreros avanzados de Rusia conocen desde hace tiempo a K. Kautsky como a su escritor»; describe a Kautsky como «el dirigente de los socialdemócratas revolucionarios alemanes». (Lenin, Obras Completas [en castellano], Tomo XIV, p232, p184).

En agosto de 1908, señala a Kautsky como la máxima autoridad en cuestiones de guerra y militarismo. En 1910, mientras Rosa discutía con Kautsky la cuestión de la vía hacia el poder, Lenin estaba de su lado en contra de Rosa. Y todavía en febrero de 1914, Lenin invocaba la autoridad de Kautsky como marxista en su disputa con Rosa sobre la cuestión nacional.

Sólo el estallido de la guerra y la traición de Kautsky al internacionalismo, quebraron su confianza en él. Entonces Lenin admitió: «Rosa Luxemburg tenía razón; hace tiempo que ella se dio cuenta de que Kautsky era un teórico contemporizador, al servicio de la mayoría del partido, en una palabra, al servicio del oportunismo». (Carta a Shliapnikov, 27 de octubre de 1914).

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